Tu restaurante preferido ha cambiado de dueño. Aunque el local, la disposición, el cocinero y el resto de la plantilla son los mismos, sientes que algo ha cambiado: las raciones son algo más escasas, la materia prima resulta ligeramente de menor calidad, los empleados parecen descontentos y ya tampoco puedes ir con tu mascota. Estos pequeños detalles -casi imperceptibles, pero que marcan la diferencia- son la evidencia de la importancia de la filosofía de la empresa y cómo un negocio puede retener o no clientes, trabajadores, proveedores o inversores en función de este concepto aparentemente intangible.
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Concepto de filosofía empresarial
En este sentido, la filosofía de la empresa se refiere al conjunto de creencias que van a imperar tanto dentro de la compañía, como en sus relaciones con el exterior, y que forman parte de la identidad corporativa. Es decir, plasma los principios que van a regir cualquier acción de la organización tendente a conseguir sus objetivos, estableciendo un código de compromiso social y dando coherencia a la actividad empresarial.
Hablamos de las pautas generales sobre límites mínimos y máximos que afectan desde cómo llevas a cabo la producción o qué política de contratación desarrollas, hasta cómo interacciones con tu público, cómo va a ser tu plan de marketing o sobre qué proyectos gira tu Responsabilidad Social Corporativa.
De ahí que Abraham Nosnik, en su obra Culturas Organizacionales, defina la filosofía de la empresa como “una construcción ideada de dentro hacia fuera de la organización y que está compuesta por sus principios y valores organizacionales y por los objetivos de su misión”. Por tanto, la filosofía corporativa es la trasposición de la misión, visión y valores de una compañía en la cultura organizacional de la misma.
Beneficios de contar con una filosofía corporativa
Pese al carácter abstracto del concepto, la filosofía de la empresa es imprescindible en cualquier negocio, pues arroja las ‘reglas del juego’ que van a afectar a todos los grupos de interés. En concreto, gracias a este elemento, conseguirás los siguientes beneficios:
- Facilita la toma de decisiones, al disponer de una guía de actuación.
- Ayuda a alinear a los equipos de trabajo, que cuentan con un código con las prácticas empresariales recomendadas.
- Aumenta la lealtad de los grupos de interés, especialmente cuando estos comparten esa forma de ver las cosas.
- Aporta congruencia a la actividad de la compañía en su relación con clientes, proveedores, socios y sociedad, en general.
- Otorga identidad corporativa, aumentando el reconocimiento de la empresa en el exterior.
Pautas para establecer la filosofía de la empresa
Como hemos comentado, la filosofía de la empresa está integrada por la misión, visión y valores de la compañía. Como consecuencia, el primer paso para desarrollarla es definir sus componentes, es decir, debes concretar qué aporta tu marca al mercado, qué espera conseguir en un futuro y cómo va a lograrlo.
No obstante, a la hora de diseñar la filosofía de la empresa, ten en cuenta los siguientes consejos:
- Alineación. Debes mantener una coherencia con la misión, visión y valores de tu negocio. Si tus valores giran en torno a la transparencia, tu filosofía debería abogar por este principio en cualquier ámbito, como publicar las cuentas y el registro salarial del personal o contar con un plan de crisis comunicacional que promueva la asunción de responsabilidades, y no la ocultación de posibles errores.
- Concisión. Basta con una pequeña frase para definirla, como si de una máxima se tratara. Por ejemplo, en Nike, su filosofía es “brindar inspiración e innovación a todos los atletas del mundo”.
- Desarrollo. Si bien la filosofía de empresa puede resumirse en unas cuantas palabras, es recomendable trasladar estas ideas a un código de conducta, donde queden recogidos de forma concreta los marcos de actuación sobre los que debe sostenerse cualquier acción de la empresa, así como las medidas preventivas y disciplinarias en caso de incumplimiento.
- Difusión. La razón de ser de la filosofía de la empresa es establecer unos parámetros en torno a la actuación de la empresa a nivel interno y externo y, por tanto, debe estar al alcance de todos, desde los stakeholders a un ciudadano que quiera saber más sobre la compañía.
- Flexibilidad. El contexto en el que se genera la filosofía corporativa puede variar, así que no estamos ante un concepto estanco, sino que debe ser adaptarse a las nuevas circunstancias, igual que la mentalidad de cualquier persona evoluciona con el paso de los años. ¿A que hay muchos temas en los que no piensas igual que cuando eras adolescente?
Por eso, la filosofía no tiene que mantenerse década tras década; debe ir reinventándose para dar respuesta a su propia transformación, como a las nuevas demandas que impone el mercado. Para conseguirlo, es importante saber escuchar el latido de la sociedad y, en esta meta, es muy útil emplear herramientas de comunicación con los consumidores, como softwares de atención al cliente con los que conocer de primera mano cuáles son los problemas y preocupaciones de tu público objetivo.
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